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PABLO SERRANO
El escultor Pablo Serrano, nacido en Crivillén, un pequeño pueblo de la provincia de Teruel, en 1908, manifiesta ya en una edad temprana su gusto por las artes, lo que hace que tras un breve periodo de formación en Zaragoza se traslade a Barcelona, aunque será durante su estancia en Argentina y posteriormente en Montevideo en los años cuarenta y primeros cincuenta, cuando vive su etapa de iniciación a la abstracción al entrar en contacto con el círculo de Torres García y el grupo Paul Cezanne. Estas experiencias le despiertan una inquietud que desemboca en el artista en una adscripción a modos cada vez más expresionistas.
En 1955 regresa a España gracias a una beca que llevaba adscrita un viaje de formación artística en el extranjero. Ese mismo año participa en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona, donde consigue, ex aequo con Ángel Ferrant, el premio de escultura, lo que le abre las puertas de las salas de exposiciones y de la crítica española. Tras un viaje por Europa con José Maria Moreno Galván, y con Juana Francés, que será su compañera a partir de ese momento, se instala en Madrid, implicándose a partir de entonces en la renovación del arte de nuestro país.
Serrano presenta en 1957 en el Ateneo de Madrid sus Hierros, que será considerada como su primera serie de filiación plenamente abstracta. Introduce el catálogo con sus propias palabras:
A propósito de mis hierros “Un día subí al Vesubio y sentí el deseo de recoger escoria volcánica para aplicar a mis trabajos. Había recorrido antes Pompeya, Herculano y Stabia. Un día anduve por un campo que parecía un osario prehistórico, por la forma de sus piedras; algunas de ellas estaban horadadas. Un día entré en una cacharrería y observé clavos de derribo y chapas de hierro. Sentí el deseo de agrupar todos esos elementos y ordenarlos. Trabajé intensamente hasta lograr imprimirles la emoción sentida, y me encontré cómodo. Eso es todo.”
Tras estas líneas, escritas por el artista en 1957, resulta más claro el acercamiento a esta serie de obras que, tras la huella de Julio González, Serrano aborda a mediados de los años cincuenta. Durante más de cinco años el escultor aragonés se dedicó plenamente a investigar la interacción de los materiales encontrados, los objetos encontrados y el espacio. O, en un plano filosófico, a traducir en la materia sus preocupaciones y reflexiones humanistas y existencialistas.
Con dos de las esculturas que se muestran en esta exposición, Espacio y Tauróbolo participa el artista en la exposición comisariada por Frank O’Hara, New Spanish painting and sculpture, celebrada en el MOMA de Nueva York en 1960, que posteriormente viaja por Estados Unidos y Canadá.
En esta serie de obras se aprecia una fuerte impronta de la poética surrealista, una de las vías que durante los años cincuenta se planteaba todavía como alternativa al inmovilismo desde las filas de EL PASO. La asociación de materiales encontrados, en la senda de las construcciones dadaístas o los object trouvés duchampianos, emparenta además con la figuración libre de Breton. Pablo Serrano fallece en Madrid en 1985.
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