RAFAEL CANOGAR
Nace en Toledo en 1935.
Cuando todavía no contaba con diez años de edad, se instala en Madrid.
En 1946 se traslada con su familia a San Sebastián por un periodo de un año. En esta ciudad son vecinos del pintor Olasagasti, que a la vista de las cualidades de Rafael Canogar, les recomienda que se forme con el pintor Ascensio Martiarena. Será este artista guipuzcoano el que le recomienda que, a su regreso a Madrid, estudie con Daniel Vázquez Díaz, en cuyo estudio permanece entre los años 1949 y 1954, al tiempo que dibuja por las tardes en el Círculo de Bellas Artes.
Sus primeras obras son retratos, paisajes o bodegones al estilo de su maestro, que será quien le dé a conocer la obra de Braque, Picasso o Miró, que tanto impresionó a este joven inquieto.
A mediados de los años 50, al tiempo que conoce y viaja por Francia e Italia con el poeta y crítico Manuel Conde, su pintura sufre un giro hacia la abstracción aunque todavía con cierta construcción, y posteriormente a la más pura abstracción informalista, muy relacionada con los expresionistas abstractos americanos y en concreto con Mark Rothko.
Es en este momento cuando conoce a Luis Feito y realiza su primera exposición en París. Al año siguiente lo hará en Florencia. Sánchez Camargo escribe una breve introducción en el catálogo, en la que destaca “sus texturas matéricas, espesas y rugosas”.
El protagonista de sus obras es el gesto de gran expresividad, realizado con abundante materia, y apoyado por una paleta reducida al negro, el blanco y algún rojo, tal y como se puede apreciar en las obras presentadas en esta exposición.
La buena acogida de su obra en la Bienal de Venecia celebrada en 1958, le procura el reconocimiento de su obra. Firma un contrato para trabajar con la galería L'Attico de Roma, con la que presentará una muestra individual en la que el crítico Calvesi habla de una tensión del pintor hacia una realidad “inminente, amordazada y límpidamente dramática”.
Poco tiempo después de finalizar su trayectoria con EL PASO, en 1963, Canogar abandona el informalismo y retorna a la pintura figurativa. Para este artista, la alternancia entre abstracción y la figuración son una constante en su trayectoria. La pintura, bajo cualquier aspecto, como él mismo declara “es una imperiosa necesidad vital, una forma de autorrealización; un vehículo o correa de transmisión de todas mis emociones y obsesiones, una herramienta de comunicación y una forma de ser y vivir”.
Hoy Canogar sigue trabajando en su obra.
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